Hooverphonic_Inhaler / Mötorhead_Runaround Man

Cuando me encuentro suspendido en el aire, en el interior de un monstruo metálico de 400 toneladas, la última palabra que me viene a la mente es “tranquilidad”. El discurso científico-lógico de los entendidos en el tema, aún con espíritu conciliador y bienintencionado, me pone los pelos de punta.

Los incrédulos de la aerodinámica solemos recurrir al Trankimazin, un eficaz fármaco quitamiedos. La mala noticia es que se expende bajo prescripción médica, así que, si toca volar, acudo a algún amigo en tratamiento y le pido un par de rulas.

1Mg de Trankimazin, una copa de vino y unos auriculares reproduciendo Inhaler, media hora antes de volar, hacen que deje de arrepentirme por haberme adentrado en ese territorio hostil que son los aeropuertos.

Hace ya unos años que mi amiga Mayte trabaja en el aeropuerto de Barcelona El Prat. A Mayte la conozco desde que éramos adolescentes y aguerridos metaleros, allá por los 80. Ella hace el checking la coordinación, de no sé qué diablos, a los aviones que entran y salen. A pesar de tener unos horarios infames y sufrir las inclemencias del tiempo, está enamorada de su trabajo. No sé si este tipo de empresas valoran esto, pero yo viajo más tranquilo sabiendo que ella está ahí abajo.

Este post es una excusa para mandarle un beso y una canción a Mayte, de parte de los alérgicos a las alturas:

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